RECORRIDO EDUCATIVO POR LOS MURALES DEL JARDÍN BOTÁNICO REGIONAL DE CADEREYTA

I. Somos Historia

La exploración botánica de un territorio es un factor determinante para la custodia integral de la flora nativa, especialmente en geografías como la nuestra que son tan ricas en especies. La investigación botánica en el Semidesierto Queretano-Hidalguense inicia en la primera mitad del siglo XIX, con el médico irlandés Thomas Coulter (1793-1843), quien realizó colectas en las barrancas del río Moctezuma, donde limitan los actuales municipios de Cadereyta, Querétaro, y Zimapán, Hidalgo. Esto ocurrió en los años veinte de aquel atribulado siglo XIX. Durante casi toda esa centuria la exploración botánica estuvo dominada por especialistas extranjeros que, si bien aportaban al conocimiento científico de la flora nativa mexicana, servían, no pocas veces, a intereses distintos a los nacionales. Es gracias a la creación del Instituto Médico Nacional, en 1888, durante el Porfiriato, cuando México toma el relevo, mediante el estudio sistemático de la flora, la fauna, la climatología y la geografía medica nacional. Figura clave en este proceso es el médico y naturalista mexicano Fernando Altamirano Carbajal (1848-1908), director del Instituto Médico Nacional durante 20 años, a quien debemos el primer texto científico sobre la flora de Querétaro, realizado en el año de 1905, luego de una visita en búsqueda de cactáceas que realizó junto con el botánico norteamericano Joseph N. Rose.
El mural Somos historia, obra del artista queretano Roberto Martínez Romero, narra gráficamente estos hechos, para dar fe tangible de la importancia que para los mexicanos debe tener el estudio y comprensión de la flora nacional. Es decir, el entendimiento de los recursos naturales es un aspecto crítico para la soberanía del país y para el bienestar de las plantas y la gente que conviven en un territorio. Además de los rostros de Coulter y Altamirano, el mural despliega en un extendido tapiz, segmentos icónicos, de tonos ocres y almagres, propios del paisaje del semidesierto, sobre los cuales, en un elenco selecto, aparecen especies colectadas por estos históricos investigadores. El conjunto se complementó con algunos de los descubrimientos recientes que el Jardín Botánico Regional de Cadereyta ha integrado a la vasta Flora mexicana.
Somos historia es pues una proclama que nos motiva a auspiciar el conocimiento de la biodiversidad vegetal para fortalecer la visión que tenemos de nuestro territorio, tanto en una perspectiva sincrónica como diacrónica.

II. Soñar Desierto

Soñar es imaginar para crear y para recrearnos. Soñar nos permite poetizar, prefigurar, e incorporar las ideas a nuestro espacio cósmico para enriquecerlo con acciones: alinear el pensamiento con la naturaleza. Este mural al que bautizamos Soñar desierto, es el primero que ideamos en el Jardín Botánico Regional de Cadereyta, para educar con mensajes visuales a nuestras audiencias y públicos. Se trata de una idea original del director del jardín botánico (Emiliano Sánchez Martínez) que fue plasmada en la “venera” cuadrangular del vestíbulo anexo al claustro de entrada, por el maestro José Camacho García, muralista egresado de la Academia de San Carlos, con amplia trayectoria en el gran formato plástico. El texto visual incluye una lemniscata, símbolo de infinito, extendido por los brazos del hombre, centro de equilibrio en este conjunto. A la derecha, aparecen varios elementos cósmicos cuya evolución condujo a la formación de nuestro planeta Tierra. A la izquierda, una síntesis de elementos bióticos, iconos del semidesierto queretano, en una sociobiología que conforma el inconmensurable paisaje en el que aquí se vive.

La pintura es un relato preciso sobre la urgencia de colimar al hombre con el universo en un encuentro ecuménico, en donde es ineluctable la responsabilidad de preservar la vida, sus patrones y sus procesos. Allí la Tierra representa la cuna imperecedera de la humanidad y sus derivadas expresiones culturales, ligadas, una a una, ineluctablemente, a la estirpe de lo que está tocado por la existencia. Así quien visita el Jardín Botánico Regional de Cadereyta queda impregnado con la luminosidad de este tributo a lo vivo que invita a Soñar Desierto.

III. Savia de Vida

El silencio aquiescente de la naturaleza, conjuró el reconocimiento de la consciencia. Solo el hombre pudo ascender al pináculo de aquella aspiración. Un día la mano se tiñó bermeja y su mudra se plasmó en la piedra. Había nacido una estirpe de extraños nigromantes cuyas simbólicas figuraciones se decantaron en prefiguraciones y ellos guiaron al mundo. La mano empoderó a la roca y la roca a la mano. El insustancial espacio se vislumbró como paisaje y se imaginó un territorio en el cual habitar, para desde allí contar relatos que forjaran visiones, cosmovisiones.

Esa es la vena con la que los pobladores originarios de estas regiones inscribieron las rudas grafías que resignificaron la región del Semidesierto Queretano, en más de 100 sitios donde los símbolos adquirieron la sinestesia vital de la naturaleza y su esencial vinculación con el hombre.

Es desde esa misma exaltación que ahora se construye el mural Savia de Vida, donde la artista plástica Ahziyelli Gaia interpreta los designios del Jardín Botánico Regional de Cadereyta, para entreverar el arte con las plantas de su colección botánica y transmitir al público visitante lasabiduría del movimiento de la vida que contiene al frívolo caos nihilista.

Hemos creído siempre que el arte comunica, este tercer mural de nuestro pequeño jardín botánico da cuenta de ello. Pretende tener poiesis (expresada en el tránsito creativo del no-ser al ser), techné (manifestada en el arte pictórica) y praxis (como llamado a la acción ante la inminente crisis de la biodiversidad). Todo con una prerrogativa, perpetuamente presente en la pedagogía del jardín, que tutela a los visitantes para guiarlos a la mejor comprensión del entorno en favor de la transculturalidad entre los seres humanos y la Physis.

Savia de Vida se emplaza en el frontal de uno de los invernaderos de la Unidad de Propagación de Plantas Silvestres (UPPS) con el afán de destacar que ahí empieza la existencia, mediante la práctica hortícola que anhela ajardinar este planeta y restaurarle de los daños infligidos por nuestra insensatez. Ollin yoliztli (vida y movimiento) que impele a vivir apegados a una cosmovisión chamánica que invoca a los espíritus que en los tiempos primigenios fabularon la reproducción, para perpetuar los patrones y procesos de lo existente. Metanarrativa que afianza a la biodiversidad local como preceptora que elevan al observador a la experiencia cumbre de extasiarse en la corriente fusionista de la cooperación evolutiva.

Así, entre abejas, chapulines, matracas, golondrinas, zorros y biznagas observan ojos primigenios que, en su presagio, desvelan al niño humano como aprendiz de brujo, preparando la postrera y definitiva pócima que nos reconcilie con la Tierra.

IV. Muro de la fugacidad

Este es un murallón especialmente pensado para que los visitantes recojan una máxima al final de su visita, cuando ya han vuelto la espalda a los invernaderos y se disponen a partir. Es una noción basada en el principio de la transitoriedad del existir, axioma que es también el germen de lo trascendente. Expresado en términos de Margo Glantz, diríamos que Sólo lo fugitivo permanece…

Es así que, en la gran pared que ve hacia en oriente, se irán poniendo, año tras año, período tras período, pensamientos eminentes que apuntalen el principio de que lo natural es sagrado.

Durante el 2023, año en el que inauguramos este muro, quedará efímeramente expresado un pensamiento Huichol, lleno de la sabiduría de este grupo indígena, el cual nos habla de la probidad de un corazón puro, misma que aventaja cualquier riqueza material y nos convierte en espejo de lo
eterno.

V. Mural de la reciprocidad